Muchas veces salía para el trabajo a dar una clase, inquieta por mi apuro y me encontraba enfrente del ascensor diciéndome a mí misma: soy normal, soy normal, y comía un chicle masticable. La idea se cerrba con el primer mordisco que le daba al chicle, que a mí me parecía tan de mal gusto cuando lo veía en otra chica sentada enfrente de mí en el subte. Comer chicle era ser bien normal. Estaba segura de que me daba un sello que me permitía salir a la calle.
Si lo decía enfrente del ascensor era porque es el primer y a veces último lugar fuera de nuestra casa donde encontramos un espejo que nos devuelve la imagen definitiva que los demás verán de nosotros de aquí a que termine el día. Y decía soy normal para convencerme de que mi imagen era normal. Pero nunca estaba del todo segura.
Ya no había-ya no, no, no...- no había tiempo de cambiar de atuendo. El ascensor era como un viaje al futuro del que no se podía regresar. ¿Como cambiar nuestro aspecto si por ejemplo todo está mal: la cara, el peinado, la ropa, los zapatos, la cartera, la higiene? Hablo en el peor de los casos. No creo haber llegado a tanto...
No me parecía anormal decir "soy normal, soy normal" frente al espejo.
Después trabajé en varias panaderías, llenas de white trash y personajes nada frecuentes, con o sin dientes, pero bizarros desde el punto de vista de la gente que hoy frecuento. Al fin allí yo dejé de decir soy normal, porque ya no tomaba el ascensor, iba en bicicleta al trabajo. Pero tampoco era normal ir en bici al trabajo. Todos me decían que estaba lloviendo, O no, hace demasiado calor, como hacés? no, es demasdiado temprano para andar en bici. No, es demasiado lejos. No, es demasiado peligroso. Definitivamente andar en bici no era normal. Qué sé yo.
Al fin y al cabo siempre había algo raro dando vueltas...
Creo que todos el mundo hace algo raro, sin que lo veamos, o enfrente de nuestra propia cara.
Por ejemplo las gitanas que van por la calle libertad. Pero ellas no se sienten raras. Ni los nigerianos que venden anteojos. Ni los rusos que se compran cuatro paquetes de cigarrillos en el supermercado chino donde los gemelitos juegan con sus autitos de plástico sentados en la vereda... Qué sé yo!
Por ahi un abogado con su ropa planchada. o ahí una mujer que le grita a su hijo en el colectivo no piensan en esto.
Pero a veces me encontré diciendo gracias a dios, ahora mi vida es bastante normal.
Pero bueno, a veces la vida cambia y ya no nos acordamos cómo era antes. Cuánto tiempo durará esto pensamos, hasta que nos acostumbremos, quizás sea la respuesta.
Vamos a una casa extraña, y todo parece limpio, porque es nuevo. Pero a la tercera o cuarta vez el parquet ya no brilla, las paredes están despintadas, las cortinas sucias, ya la casa es más normal.
Chichen Itzá
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Soñaste que subías
la pirámide más alta
de Chichen Itzá
una noche de luna llena
y en lo alto el paisaje
dejaba de tener un vestigio
de real...
Hace 4 horas
3 comentarios:
I, por suerte no sos normal.
todos tienen sus rarezas. gracias a dios. igualmente, lo que nos condiciona es el sentido común como computadoras todas iguales.
estoy segura de que soy completamente normal.... digan lo que digan! je je!
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