jueves

tereré, tereré,

te quiero y siempre te querré...

hoy por suerte dormí mucho, aunque me desperté con dolor de huesos.
tengo varias tareas atrasadas y muchas tareas atrasadas.
ayer fui a comer con amigos de karate. me bajé en el 39 en talcahuano y perón y nada más poner un pie en la calle perón escuché los chillidos descontrolados de los murciélagos y los vi sobrevolando la iglesia de los mormones.
san telmo con sus sótanos mugrientos aloja millones de ratas, el microcentro, con sus cúpulas agudas, grises, y sus bohardillas de turistas extranjeros o inmigrantes està lleno de murciélagos. y era tan especial ver volar a un pajarito negro sobre fondo gris. y la forma en que vuelan los pájaros, en bandadas circulares, lentamente, dibujando arcos, no tiene nada que ver con la manera en que vuelan los mamíferos, donde cada uno es diferente al otro y hace su propio camino caprichoso y eléctrico, parece que imaginariamente estuvieran encerrados y rebotando contra alguna superficie, como pelotas de la lotería. en la puerta de la iglesia mormona había cuatro hombres conversando, y quise decirles algo sobre los murciélagos, pero no daba. una de las cosas que tiene la noche es que no te parás a conversar con la gente del barrio como si tuvieras anteojos de sol y un carrito de compras de supermercado en tus manos.

bueno, ayer por la tarde me sentí abatida, entonces decidí tomar mate, que es la bebida que alegra el corazón. últimamente, salía tan rápido de casa que no llegaba a matear la cantidad de minutos necesaria, en mi piel hay un déficit de color mate, y en mi organismo también. solo que el mate y la rutina están tan unidos que no podría... oh, mi rutina, mi querida rutina...!

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