jueves

lectores de sor Juana

No sé por qué en la facultad nunca estudié a sor Juana; no me tocó en ninguno de los programas de literatura latinoamericana.
Solo tengo nociones muy básicas, pero cuando intento investigar un poco más, veo que ha desatado grandes polémicas. También veo la lista de estudios dedicados a ella y me resultan poco explicativos, y que todos refieren a cuestiones muy específicas que sobrevuelan su obra: "el festejo barroco" "la intimidad", "sor juana, musa del relativismo", "honor y honra" "el discurso del poder", todo lo cual me recuerda que la literatura solo vale la pena para los muy estudiosos o para los que no estudian nada de nada... no hay un lugar intermedio.
Para leer un libro, es necesario un compromiso total con el conocimeinto o una total pasividad...
y enseñar, sin un total compromiso, sin creer, sin tener fe, es imposible hacerlo. Por eso existe el milagro de que la literatura se enseñe. Se juntan los que creen y los que no tienen idea de nada. Muchos necesitan ayuda, muchos quieren ayudar.

La enseñanza de la literatura es producto de esta gran confusión, grandes apasionados les hablan a grandes pasivos, y cuanto más pasivos unos, más apasionados los otros. El hecho de que una persona  lea un libro no es tan extraño, pero el hecho de que deba leerlo por obligación es bastante ridículo...

Un día, una vieja señora me recomendó que leyera Molloy, de Becket y me dijo qué suerte que tenés, que no has leído aún este libro, hay tan pocos buenos libros que cuando uno ya los ha leído no sabe más qué hacer. Recuerdo que también me dijo que si bien tenía ciertos problemas, no iba al psicólogo porque qué le iba a decir, ella ya sabía todo. Había leído por su cuenta a Freud, Lacan y mucho más. Evidentemente, era una persona muy sabia, y eso era un problema. Yo en ambos casos no supe qué responderle. En realidad, no tenía nada en la cabeza, porque tenía diecinueve años, que es un momento en que no hay un pensamiento. Me quedé pensando en nada y no tuve otra opción que estar de acuerdo con ella, sí, qué mala suerte, pero no se lo dije. Bueno, creo que la vieja tenía razón...Aunque su modo de pensar era bastante deprimente.

No sé si hay moraleja, lo que sí puedo decir es que la enseñanza implica hacer un ojo ciego y ser menos honrado, poniendo un paréntesis al hecho de que en realidad nadie debería ser obligado a leer ninguna cosa.
Me pregunto quiénes son los lectores de sor Juana hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muchas minas, muchas alucinantes como ella. algunos tipos, alucinados por ella.